Vivo en mi pequeña isla a la que en su día bauticé como Ítaca e hice de esta isla un mundo de luz y armonía para los peregrinos de experiencia...pero eso es otra historia, lo que importa es que ahora solamente rechinan los relámpagos aquí y no queda vida aLguna ni fuera ni dentro de mi palacio. Yo no soy considerado como ser vivo, desde que en mi anterior mundo me separé de ella, ya no tengo el honor de considerarme algo vivo.
Algo me ha llamado al atención en mi ventana de la torre más alta del lúgubre castillo, parece que está lloviendo una lluvia dorada. Me asomo y allí lo veo, un ángel Hermoso y gentil apoyado en el alféizar de mi ventana llorando sin encontrar en sus lágrimas de oro puro consuelo alguno. Me fijo en que tiene una de sus majestuosas alas blancas rota y su ropaje raído y sucio, sus cabellos sol están alborotados y despeinados. Tras salir de mi asombro me declino por fin a hablarle.
-¿Por qué lloras hermoso ángel? ¿Quizás has perdido la fe en tu Señor, te han expulsado del cielo y has venido a parar aquí, donde no hay literatura, sino dolor? -El hermoso ángel giró su cabeza y clavó sus pupilas azules en mis pupilas marrones y una sensación de esperanza me embriagó al ver los ojos mas hermosos del mundo después de los de ella, claro está. Y esa sensación de espÉranza murió cuando llegó a mi corazón. Fue intoxicada por el veneno que segrega mi amor desde la sombra.
-No joven Príncipe, he perdido la fe en la raza humana, todos sois unos bárbaros que generan dolor y angustia.
-¿Y como te has hecho esas heRidas, hermoso ángel?
-Pues en la piel de una gota y además ya no escriben con tinta de luz.
-Estúpido, la luz no sirve para nada, todo el mundo sabe que lo que siempre sObrevive es la oscuridad.
-Ves, lo que me refería, los humanos sois marchitos, odiosos, vanidosos e inútiles. Y tu el que más Príncipe de la Dulce Pena.
He soportado muchas cosas, mas si algo no soporto Es que me insulten en mi castillo, lo único que me queda. Así que le digo al ángel.
-¿Hermoso ángel, quieres que te ayude a regresar al cielo?
-No puedes obrar tal milagro, Príncipe, no puede hacer nada alguien tan Despreciable como tú.
Lleno de ira me lancé a por el sujetándolo de su ropa y mirándole a los ojos.
-Mírame a los ojos hermoso ángel, ¿Acaso te parece que soy el Príncipe de la Dulce Pena?-Mis ojos le atravesaban el alma y le quEmaban por dentro.
-¡No!, no puedes ser tú, tu eres el..., el..., el H...¡¡¡Ahhhh!!!-Y soltando un gran alarido, mi mirada le torturaba hasta no poder pronunciar palabra alguna excepto la letra W, sus gritos de dolor incitaban al suicidio a cualquiera que lo escuchase, a cualquiera menos a mí.
-¿Quieres regresar al Cielo? Solamente has de morIr.
-¡¡¡No!!!-Y empujándole de mi ventana el ángel cayó hacia la dura roca de mi castillo, me hizo mucha gracia verle intentar volar en vano con su ala rota. Era imposible que volase y era inevitable que muriese. Y ahí quedó el ser más hermoso que mis ojos habían visto, después de ella, claro está. Muerto como un sucio perro viejo e inútil, definitivamente me Doy cuenta de que al vender mi alma al Diablo poco a poco mE parezco más a él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario